Carlos
Patiño nació en Santa María del Campo Rus, actual provincia de Cuenca. Fue
bautizado el 9 de octubre de 1600 y era el tercer hijo de Pedro Gallego Patiño
e Inés Ramírez de Chaves. En junio de 1612 fue recibido como seise de la
catedral de Sevilla. En esa época el maestro de capilla de la catedral
hispalense era Alonso Lobo (1555-1617)[1].
A comienzos de 1617, con un Alonso Lobo anciano que moriría en abril de ese
año, se hizo cargo de la capilla de música de la catedral de Sevilla el
carmelita portugués Fray Francisco de Santiago (ca. 1578-1644). Puede decirse
que Alonso Lobo y Francisco de Santiago fueron los maestros que iniciaron al
joven Patiño en el arte de la composición.
El 25 de enero de 1622 Patiño contrajo matrimonio con Laura
María de Vargas Tejeda Lozano[2].
En enero de 1623 fue nombrado maestro de canto de órgano del Sagrario de la
catedral de Sevilla[3].
En junio de 1623 nació su hijo Pedro Félix y en enero de 1625 nació otro hijo,
bautizado con el nombre de Juan. Su esposa murió poco después del parto de su
segundo hijo y al poco tiempo falleció también el bebé, que fue enterrado el 9
de marzo. Después de enviudar, Patiño optó por iniciar la carrera eclesiástica,
ya que el estado sacerdotal le permitiría obtener prebendas y beneficios. A
comienzos de 1628 se presentó a las oposiciones del magisterio de capilla de la
catedral de Salamanca. Estas oposiciones las ganó Francisco Martínez Díez, que
era natural de Salamanca, aunque en la votación de méritos Patiño no quedó en
mal lugar[4].
Patiño no regresó a Sevilla, dado que fue nombrado el 8 de marzo de 1628
maestro de capilla del Real Monasterio de la Encarnación, sustituyendo a
Gabriel Díaz Bessón (ca. 1590-1638), que había sido nombrado maestro de capilla
de la catedral de Córdoba. Como capellán de su majestad firmó la aprobación del
Libro de misas, motetes, salmos,
magníficas y otras cosas tocantes al culto divino (Madrid, 1628) del
maestro de capilla de las Descalzas, Sebastián López de Velasco (1584-1659). El
texto de Patiño es, en concreto, el siguiente:
“Por mandado de V. A. he visto un
libro de misas y motetes, salmos, magníficas y otras cosas tocantes al culto
divino que ha compuesto el maestro Sebastián López de Velasco, maestro de
capilla del real convento de las Descalças Franciscas desta Villa de Madrid, y
no hallo en ellos cosa contra los buenos preceptos de la música, antes me
parece que serán de mucho provecho para todas las iglesias donde los divinos
oficios se celebraren con solemnidad y devoción, así porque el arte y gracia
con que el autor los compuso satisfagan igualmente a los entendidos de esta
facultad y a los devotos, como por haber muy pocos deste género en el reino. En
el Real Convento de la Encarnación de Madrid, a 12 de Julio de 16128 años. Carlos
Patiño, Capellán de su Majestad”[5].
Tras jubilarse Mateo Romero o
“maestro Capitán” (ca. 1575-1647), se nombró en 1634 a Patiño como nuevo
maestro de la Real Capilla. Las relaciones entre Romero y Patiño no fueron
buenas. Tal circunstancia era conocida en su época y Francisco de Santiago, el
que había sido maestro de Patiño en Sevilla, se lo comentó por carta al duque
de Braganza don Juan, futuro Juan IV de Portugal[6].
El propio Patiño llegó a hablar de ello en una carta enviada al duque Juan en
1638. En esta carta Patiño afirma de Mateo Romero que:
“tiniendo [sic] yo el puesto que
tengo [el magisterio de la Real Capilla] y habiéndome Nuestro Señor puesto en
él no con otro medio o favor que el de mis trabajos y estudios, unas veces me
niega lo que tampoco confiesa a su maestro Felipe Rogier, otras veces, que me
quiere honrar mucho, dice que sé tanta música como él, pero que no acabo de
dejar algunos malos resabios que deprendí al principio de mis estudios, siendo
así que desde que comencé a estudiar hasta ahora nunca he tenido en ellos otro
dechado que a Felipe, y de esta doctrina y parecer no me apartará su sola fuga,
porque a mí, como a V. Ex.ª, nunca la he visto suya que me parezca cabalmente
buena”[7].
Además de maestro de la Real
Capilla, Patiño desempeñó también el papel de vicemaestro y rector de los niños
cantorcicos, hasta que en 1653, tras una visita de Pedro de Velasco, decidió
jubilarse de estos cargos. En esta visita se denunció que la familia de Patiño
se había adueñado del colegio, dejando a los colegiales tan solo dos o tres
aposentos “donde apenas hay capacidad para las camas en que duermen de dos en
dos”[8].
También se juzgó negativamente que el maestro de latín no viviese en el
colegio, lo que provocaba el poco conocimiento de gramática que mostraban los
niños, o que no hubiese un teniente de la capilla para que les diese a los
cantorcicos lecciones de música[9].
Patiño fue sustituido por un rector letrado y por el maestro de música Diego
Pontac (1603-1654)[10].
La temprana muerte de Pontac en 1654 hizo que Patiño se encargara de la
enseñanza de música del colegio hasta 1660. Este año Patiño llegó a pedir la
jubilación del magisterio de la Real Capilla, petición a la que no accedió
Felipe IV, dado que se hallaba “con satisfacción y agrado de su ciencia en la
música”. Para ayudarle en la dirección de la capilla, se nombró teniente de la
misma a Francisco de Escalada (+1680), que había sido maestro de capilla de la
catedral de León[11].
Parece que hacia 1665 Patiño,
aquejado de perlesía o parálisis, dejó de componer. En un memorial escrito por
Francisco de Escalada días después de la muerte de Patiño, ocurrida en 1675,
pidió para sí el magisterio de la Real Capilla, argumentando que “por haberle
dado un accidente al Maestro Patiño, de que se hallaba impedido, quedó [él]
gobernando y rigiendo la dicha capilla por espacio de diez años [de 1665 a
1675], cumpliendo enteramente con la obligación de maestro de capilla, sin
faltar a la de teniente, haciendo las fiestas de Navidad, Reyes, Corpus y demás
que se ofrecen entre año”[12].
Ya el 10 de junio de 1671 Escalada pidió “doscientos reales de renta” por
suplir “la falta del M[aestr]o Patiño, así en la composición de Villancicos
como en los tonos que se ofrecen para las 40 horas”[13].
Y dos días después Juan Hidalgo presentó un memorial parecido argumentando que,
además de tocar su instrumento (que era el arpa), tenía el “trabajo continuo de
componer tonos para las 40 horas y otras festividades de la Capilla”[14]
Murió Patiño en Madrid el 5 de
septiembre de 1675. Se ha conservado su
testamento, que está firmado el 15 de agosto de 1675[15].
Al haber muerto en 1664 su único hijo, Pedro Félix, quedó como uno de los
herederos su sobrino, criado y copista Francisco Lizondo (o Elizondo), del que
hablaremos más adelante. En el testamento Patiño pidió que se entregasen a la
Real Capilla sus papeles de música y que un conjunto de obras se llevasen a la
librería de manuscritos de El Escorial:
“Item es mi voluntad que todos los
papeles de música latín y romance que yo he compuesto sirvan a su Magd. con
ellos en su Real Capilla para que sus efetos se entreguen a quien el Illmº
Patriarca mandare, excepto dichos partidos que tengo hechos para su Magd. que
dio orden, porque esto es mi voluntad: que con orden del dicho Illmº Patriarca
se lleven a la librería de manoescriptos que hay en el Real Convento del
Escurial para que allí se guarden y no se puedan sacar jamás originalmente,
sino sacar copias dellos”[16].
[1] Danièle Becker: Las
obras humanas de Carlos Patiño, Instituto de Música religiosa de la
Diputación Provincial de Cuenca, Cuenca (1987), p. 16.
[2] Daniéle Becker: Las
obras humanas…, p. 18.
[3] Daniéle Becker: Las
obras humanas…, p. 19.
[4] Danièle Becker: Las
obras humanas…, p. 20.
[5] Un ejemplar de esta edición se encuentra en la
Biblioteca Nacional de Madrid, M/366-M/373.
[6] Danièle Becker: Las
obras humanas…, p. 22.
[7] Se conservan dos cartas de Patiño dirigidas al duque
don Juan, que han sido publicadas por Lothar Siemens: “Dos cartas del maestro
Carlos Patiño al duque de Braganza (1634-1648)”, Revista de Musicología, IX, 1 (1986), pp. 253-262. Carlos Patiño pudo
conocer la música de Felipe Rogier ya en Sevilla gracias a su maestro Francisco
de Santiago. En las actas capitulares de la catedral hispalense del 30 de mayo
de 1618 se dice que Francisco de Santiago presentó el libro de motetes de
Rogier “que un discípulo suyo [se trata de Géry de Ghersem] hizo imprimir y
encuadernar en Nápoles para imbiar al Cabildo” (AC Año 1600, f. 45 r, citado
por Juan María Suárez Martos: “El archivo musical de la catedral de Sevilla en
1724: Génesis y pervivencia de libros manuales y de facistol”, Musicalia, Revista del Conservatorio
Superior de Música “Rafael Orozco” de Córdoba, Nº 5, 2007, p. 19).
[8]
Danièle Becker: Las obras humanas…, p. 70.
[9]
Danièle Becker: Las obras humanas…, p. 68.
[10] Danièle Becker: Las
obras humanas…, p. 24.
[11] Danièle Becker: Las
obras humanas…, p. 28.
[12] Danièle Becker: Las
obras humanas…, p. 39.
[13] Danièle Becker: Las
obras humanas…, p. 77.
[14] Danièle Becker: Las
obras humanas…, p. 77.
[15] Archivo de protocolos de Madrid, Escribano Juan García
Blanco, protocolo 9285, fols. 804-809.
[16] Danièle Becker: Las
obras humanas…, p. 81.
Extraído de la introducción de:
Patiño, Carlos: Vísperas a 12, ed. crítica de Raúl Angulo, Fundación Gustavo Bueno, Santo Domingo de la Calzada (2014).