Francisco Hernández Illana. *España, ca. 1700. † Burgos, 9-V-1780. Compositor.
Año y lugar de nacimiento
Se
desconoce por ahora el año y lugar de nacimiento de Francisco Hernández Illana.
Posiblemente nació hacia 1700, teniendo en cuenta que hacia 1725 ya era maestro
de capilla de la catedral de Astorga. La familia Hernández Illana procedía de
Lubiano (Álava), aunque no puede asegurarse que Francisco Hernández Illana
naciera en este lugar. Sabemos que la familia tenía ahí sus orígenes porque, a
partir de 1767, Francisco Hernández Illana y su hermano José Vicente
pretendieron que la Junta de hijosdalgo de Elorriaga les incluyera en la lista
de hijosdalgo como “descendientes del lugar de Lubiano”. La Junta, en una
reunión extraordinaria celebrada el 11 de julio de 1767, negó tal pretensión
“por no acostumbrarse el alistamiento de quienes no son vecinos con casa
abierta”.
La familia Hernández Illana recurrió esta decisión y emprendió un pleito ante
la chancillería de Valladolid.
El tribunal dio finalmente la razón a la familia Hernández Illana y obligó a la
Junta a inscribir a la familia en la lista de hijosdalgo de la localidad de Lubiano,
cosa que se hizo el 31 de marzo de 1773.
Maestro de
capilla de la catedral de Astorga
Desgraciadamente,
la documentación del archivo de la catedral de Astorga se ha perdido debido a
un gran incendio ocurrido en 1905. No se puede, por tanto, determinar cuándo
empezó Francisco Hernández Illana a ejercer el cargo de maestro de capilla en
Astorga ni de dónde vino. Posiblemente sucedió a Francisco Pascual, que fue
maestro de capilla de la catedral de Astorga entre 1719 y 1723, año en que
marchó a la catedral de Palencia. Sabemos que durante esta etapa Hernández
Illana compuso un oratorio dedicado a San Miguel. Uno de estos oratorios se
conserva actualmente en el archivo de la Congregación de San Felipe Neri de
Palma de Mallorca y se titula La Soberbia abatida por la Humildad de San
Miguel .
Maestro de
capilla del Corpus Christi de Valencia
En
1728 Francisco Hernández Illana se presentó a las oposiciones al magisterio de
capilla del Colegio del Corpus Christi de Valencia, vacante por la muerte del
anterior maestro de capilla, Pedro Martínez de Orgambide. Estas oposiciones
fueron concurridas, presentándose a ellas, además de Hernández Illana, los
maestros de capilla de las catedrales de Murcia, Tortosa y Tudela. Se
presentaron también el maestro de la colegiata de Rubielos, los organistas de
las parroquias de Onteniente y Castellón y el maestro de capilla del Pilar de
Zaragoza, Luis Serra (1680-1758). Resultó elegido de entre todos ellos
Francisco Hernández Illana, que ocupó la plaza tan solo un año.
Maestro de
capilla de la catedral de Burgos
Proceso de
elección
El
doce de abril de 1729 las actas capitulares de la catedral de Burgos recogen la
muerte del anciano maestro de capilla, Manuel Egüés (cuyo nombre completo era
Manuel de Conejos y Egüés).
Fue el organista Diego Arceo (o Arcedo) el que mientras tanto suplió la plaza
de maestro de capilla. En junio de ese mismo año el cabildo de Burgos recibe
una carta de Francisco Hernández Illana, maestro entonces del Colegio del
Corpus Christi de Valencia, ofreciéndose como maestro de capilla.
Esta carta parece que venía precedida de las gestiones del sochantre Blas
Ferrero y quizá de algunos miembros más del cabildo, puesto que el señor
fabriquero apoyó su elección como maestro de capilla dada la “gran destreza en
la música moderna” que, según varios informes que habían sido enviados,
mostraba el solicitante. El sochantre Blas Ferrero fue quien previamente había
avisado a Francisco Hernández Illana de que el magisterio de capilla de la
catedral de Burgos se encontraba vacante, informándole además de las condiciones
de tal puesto. Así, en el acta del 26 de junio de 1729 se dice:
“que
cuanto al sujeto a propósito para proveer la plaza estaban dichos señores muy
informados de serlo el de Valencia, que había escrito e insinuado su
inclinación por mano de el sochantre Ferrero, quien, como otros inteligentes,
aseguraban ser de la primera habilidad”
Años
más tarde, en 1744, al cambiar el cabildo las obligaciones que debía cumplir
maestro de capilla, éste se queja porque las nuevas obligaciones que se le
imponían no coincidían con las condiciones que le había señalado Blas Ferrero
al venir. Las actas dicen en concreto:
“Leyóse
un memorial del maestro de capilla en que expresa haber venido a servir el
magisterio de esta santa iglesia con las cargas, emolumentos y honores que se
le hicieron saber por la diputación y medio de don Blas Ferrero, y habiendo
cumplido en lo que ha estado a su cuidado catorce años, experimenta habérsele
gravado algo más”
Blas
Ferrero había sido previamente tenor o sochantre en la catedral de Astorga,
hasta que en abril de 1726 fue nombrado sochantre “de noche” de la catedral de
Burgos. En Astorga debió conocer a Francisco Hernández Illana y también a su
hermano, el instrumentista José Vicente Hernández Illana. Así, en 1730, ante la
necesidad de un bajonista, el cabildo acordó lo siguiente:
“que
don Blas Ferrero, de orden del señor fabriquero, escriba al dicho hermano del
maestro de capilla se presente en esta ciudad a ser oído y venga para poder
asistir en la función del Corpus”
Ante
los buenos informes iniciales, el cabildo de Burgos se plantea llamar a
Francisco Hernández Illana directamente para ocupar el magisterio de capilla,
ahorrándose con ello los gastos que implican las oposiciones. Después de
consultarlo con el arzobispo, el cabildo cree “conveniente excusar gastos a
la fábrica en las ayudas de costa que necesariamente había de seguirse de convocar
por edictos a concurso formal, cuando se podía asegurar el acierto llamándose a
uno de cuya habilidad y prendas se tuviesen buenos informes”.
Se acuerda escribir a “persona de confianza” pidiéndole informes sobre el
maestro. A finales del mes de octubre, el cabildo lee una carta escrita desde
Valencia por don José Ruiz, informando de la “habilidad y buenas prendas de
don Francisco Hernández, maestro de capilla en el Colegio del Patriarca”.
A la vista de tan buenos informes, se acuerda escribir al maestro para que
venga con la mayor brevedad.
A
finales de noviembre se lee una carta de don Francisco Hernández Illana
avisando que “tiene resuelto su viaje para esta ciudad [a Burgos] para
el día 20 del corriente, deseoso de emplearse cuanto antes en servicio del
Cabildo”
y a principios de diciembre se tiene constancia de que está ya en Burgos.
En
ese momento se ordena que “libren edictos con el término que les pareciere,
admitan oposiciones, califiquen sus personas, hagan el examen y todo lo demás necesario
hasta poner en estado de la real provisión”.
Esta orden parece, a primera vista, una contradicción con lo dispuesto con
anterioridad: el cabildo había llamado directamente a Francisco Hernández
Illana con el fin de no hacer oposiciones y ahorrarse así los gastos que éstas
conllevaban. Sin embargo, todo indica que las oposiciones que se organizaron
tras llegar Hernández Illana a Burgos no fueron más que un modo de guardar las
formalidades del nombramiento. Así, tan solo cuatro días después de la orden,
se da por terminado el plazo para la admisión de opositores. Y, como era de
esperar, tan solo se presentó un opositor: Francisco Hernández Illana. Se
nombraron como examinadores a don Pablo de Borea, tiple, y a don Diego de Arcedo,
organista.
Tres días después, el 12 de diciembre de 1729, se llevó a cabo la ceremonia de
posesión, después de que los examinadores declarasen la habilidad y suficiencia
del opositor y después de que los canónigos votasen a favor “in voce, y
por aplauso, nemine discrepante”.
En
el momento de su elección, a Francisco Hernández Illana le sorprende que la
prebenda del magisterio de capilla no sea de 1000 reales, tal como se le había
informado (posiblemente le habría informado el sochantre Blas Ferrero por
carta), sino de 500 reales. Efectivamente, en el acta capitular del 26 de
septiembre de 1729 se lee que, siendo una de las principales cargas del maestro
de capilla alimentar y enseñar cuatro mozos de coro, antiguamente percibía 1000
reales, pero que últimamente solo percibía 500 reales, ya que no tenía a su
cargo a los mozos de coro.
El cabildo entonces le avisa que se le admite “con los mismos honores, carga
y obligación que tuvo su antecesor al tiempo y cuando murió”, es decir, con
la pensión de 500 reales y no de 1000.
Es interesante reproducir en su
totalidad el texto del acta de su toma de posesión:
“quedó
el dicho don Francisco Hernández Illana electo por maestro de capilla perpetuo
de esta santa iglesia, con todos los emolumentos, honores, preeminencias, silla
alta de canónigo, altar, cebada para mula o caballo si le tuviera que han
gozado sus antecesores, y con la obligación en pagar en cada un año quinientos
reales de vellón, los mismos que pagó hasta el fin de su vida el referido don
Manuel de Egüés, como carga de dicho magisterio, con que se mandó entrar y
entró en cabildo el dicho don Francisco Hernández Illana, y puesto ante el
señor presidente se le hizo relación de dicha elección, con las condiciones y
cartas expresadas, de que dijo estaba entendido, y en su conformidad juró in
verbo sacerdotis y en toda forma de guardar y cumplir los estatutos antiguos
y modernos de esta santa iglesia, la concordia llamada alejandrina y
ejecutoriales en torno a ella librados, de pagar frutos de año y medio y medio
tiempo de todas las dignidades rurales, préstamos y beneficios simples que en
dicha santa iglesia y su arzobispado tuviere por cualquiera título o razón, excepta
causa permutationis, de guardar y defender en público y secreto el
ministerio de la Purísima Concepción de Nuestra Señora la Virgen María,
concebida sin pecado original, obediencia al Cabildo y sus jueces, y de hacer y
cumplir todo lo que han dicho y debido hacer sus predecesores, y a la
conclusión de dicho juramento dijo: ‘Sí, juro’ y ‘Amén’, con lo cual se le mandó dar
la posesión, y luego yo, el dicho secretario, llevé al referido don Francisco
Hernández Illana al coro mayor de esta santa iglesia y en el del señor deán le
señalé la última silla alta de señores canónigos, en la cual se sentó y derramó
cantidad de monedas, en señal de posesión, y de haberla tomado quieta y
pacíficamente y sin contradicción alguna, lo pidió por testimonio, siendo
testigos Pedro Huerta y Francisco Páramo, porteros de esta santa iglesia, de
que doy fe y firmé. Francisco Antonio Huidobro, secretario”.
Canonicato
anejo al magisterio de la capilla
En
la catedral de Burgos el magisterio de capilla tenía asociado una canonjía, lo
que hacía que fuera un puesto especialmente deseado por los músicos. Sin
embargo, no se trataba de una canonjía de pleno derecho. Así, por ejemplo, en
1731 el canónigo Santola se quejó de que el maestro de capilla se hubiera
sentado en la sala capitular “con preferencia a la clase de señores
racioneros” […] “ocupando el lugar después del señor canónigo más
moderno”
A juicio del señor Santola, esto no debería ocurrir, ya que la prebenda de que
disfrutaba el maestro de capilla no era colativa ni perpetua, sino simplemente
un salario que recibía por gracia del cabildo. Pocos días después se expuso el
informe de los archivistas sobre este asunto, tomando como referencia lo aprobado
en el cabildo el 12 de agosto de 1583. Los archivistas informaron que, a
súplica del cardenal Pacheco y de los señores Deán y Cabildo de la catedral de
Burgos, el papa Pío V
suprimió un canonicato para que con su valor se pagase el salario de un “cantor
en arte, música y de órgano”, que se hallase ordenado de orden sacro y se
llamase maestro de capilla, que tendría así hábito y asiento de canónigo, “pero
no voz ni voto, ni ingreso en el capítulo, para que pudiese así mejor asistir
al coro y enseñar el canto, con la carga de mantener en su casa cuatro mozos de
él”
Así pues, la canonjía anexa al magisterio de capilla significaba “tener
hábito, silla y nombre de canónigo en el coro”, pero no tener “voto ni
ingreso en el capítulo, para poder hacer así mejor su oficio”. Los
archivistas aclararon otro aspecto más: la silla de canónigo del maestro de
capilla “ha de ser la que se señalare al tiempo de su nombramiento, sin
poder mejorarse en antigüedad”, como sucedía en el caso de los demás
canónigos. El cabildo acordó finalmente, según el informe de los archivistas,
que el maestro de capilla podría disfrutar de:
“todos
los honores y preeminencias instar canonici, menos la voz, voto e ingreso al
capítulo, excepto en los casos que el Cabildo lo necesite para oírse sobre
puntos de su ministerio, o otros encargos que le haga, y en éstos deberá ocupar
el sitio privativo que le corresponde por su magisterio, que es después del
señor canónigo más moderno”
“Gran
destreza en la música moderna”
Hemos visto cómo en junio de
1729 el señor fabriquero apoyó la elección de Francisco Hernández Illana como
maestro de capilla porque el solicitante poseía, según varios informes que le
habían sido enviados, una “gran destreza en la música moderna”. Esta “música
moderna” se refiere, sin duda, al estilo italiano, que en esta época aún no era
practicado en la capilla de música de la catedral de Burgos. El anterior
maestro de capilla, Manuel Egüés, había nacido en 1654 y, por lo que conocemos
de su música, no compuso arias da Capo ni empleó una instrumentación a la
italiana.
Francisco Hernández lllana
demuestra ya un perfecto conocimiento del estilo italiano en su etapa de maestro de capilla de Astorga,
como se observa en sus dos oratorios conservados de esta época, que están
estructurados a base de pares de recitados y arias. Posteriormente, en su etapa
de maestro de capilla del Corpus Christi de Valencia, Hernández Illana
coincidió con el músico Francisco Corradini, que desde otoño de 1728 era
maestro de capilla del Príncipe de Campoflorido, capitán general de Valencia.
Corradini fue el introductor de la ópera italiana en Valencia, dirigiendo el 25
de octubre de 1728 una ópera que se llamó Folla Real (obra que, en
realidad, era el intermedio Serpilla e Bacocco de Antonio Salvi)
y componiendo posteriormente El emperador Otón en un real sitio cerca de
Roma, ópera interpretada en Valencia el 19 de diciembre de 1729, cumpleaños
del rey Felipe V.
El contacto con Corradini explica que halla dos cantadas humanas de este
compositor en el Manuscrito de cantadas humanas y divinas (Astorga, sig.
19-17), confeccionado por Hernández Illana.
La copia de música italiana era
un modo de estar al tanto de las novedades musicales del momento. Se han
conservado algunas copias de obras de músicos italianos realizadas por
Hernández Illana. Un ejemplo de esto es una misa que se encuentra en el archivo
de música de la catedral de Astorga (signatura 37-71) a cuatro voces, dos
violines, dos oboes y acompañamiento. La partitura es anónima y está copiada
por Hernández Illana, como puede apreciarse por la grafía. La obra en realidad
es de Giovanni Alberto Ristori (1692-1753). Otra copia de esta misa se conserva
en Praga, en la iglesia “Rytířský řád křižovníků s červenou hvězdou”, en
un manuscrito fechado en 1734, signatura CZ-Pkřiž/XXXV (149), cuyo título es el
siguiente: “Messa | a 4. Voci Conc.e | 2
violini | 1 viola | 2 Corni di Caccia Conc:i | &
| organo | Del Sigre Compositore
| di S: M: di Polonia”. Comparando la versión de Astorga con la
descripción del manuscrito de Praga, se observan las siguientes diferencias: a)
la versión de Astorga solo consiste en el Kyrie y el Gloria de la misa; b) en
la versión de Astorga está suprimida la “Sinfonía” que precede al Kyrie; c) en
la versión de Astorga se han sustituido las dos trompas originales por dos
oboes; d) en la versión de Astorga se ha suprimido la parte de viola. Por
tanto, la copia realizada por Hernández Illana de la misa de Ristori es una
adaptación de la obra a la plantilla y usos de la catedral de Burgos,
eliminando la viola y sustituyendo las trompas solistas por oboes.
Otro ejemplo de copia y uso de
música italiana por parte de Hernández Illana está incluida en la presente edición de
cantadas al Santísimo. Se trata de la cantada No en esas once esferas,
escrita para tiple, dos oboes, dos violines y acompañamiento. Esta obra se
encuentra en la colección de borradores al Santísimo de 1762 copiados por
Francisco Hernández Illana (Astorga, signatura 37-33). La partitura indica que
el autor de la obra es “Monza”, que debe tratarse del compositor milanés Carlo
Ignazio Monza (1735-1801). La cantada posiblemente se trate de una adaptación
de algún fragmento de ópera de este compositor. Diego Pérez de Camino,
discípulo de Hernández Illana y que en 1762 aún se encontraba en Burgos como
mozo de coro, utilizó para las fiestas del Corpus de 1767 celebradas en Santo
Domingo de la Calzada, de cuya catedral era entonces maestro de capilla, el
mismo texto y algunos de los motivos de la cantada de Monza.
Enfermedades
Francisco
Hernández Illana gozó de muy mala salud y son frecuentes las peticiones de
“punto de cuartanario” al cabildo por enfermedad. Así, las actas del 30 de
octubre de 1730 informan de un memorial del maestro de capilla en que se dice
que ha estado mes y medio padeciendo “una penosa enfermedad, que le ha
dejado muy debilitado de fuerzas e incapaz de asistir a la iglesia con la
frecuencia que le es precisa y desea”.
Presentando el certificado correspondiente, pidió que se le concediese el
“punto de cuartanario”, esto es, que se le apuntase como presente al coro
aunque no asistiera, ya que su falta estaba justificada por enfermedad. Las
actas indican, además: “Se le concedió por esta vez y de gracia, para su
total convalecencia, un mes de recreación”
Francisco
Hernández Illana hizo votos de ir en romería al santuario mariano de Valvanera
(La Rioja) para reponerse de sus enfermedades. Durante los años 30 se leen en
las actas capitulares de la catedral de Burgos algunas peticiones al cabildo
para ir a Valvanera. Así, por ejemplo, en un acta de 1734 se lee:
“Leyóse
otro memorial de don Francisco Hernández Illana, canónigo y maestro de capilla
en esta santa iglesia, por el que expuso cómo, en la última enfermedad que
padeció, hizo promesa de ir en romería a visitar el santuario de Nuestra Señora
de Valvanera, y estando el tiempo tan favorable y teniendo oportunidad de
compañía, suplicaba se sirviese concederle su permiso y licencia”
Meses
después, en septiembre de 1734, pide permiso para irse al mar a bañarse, como
le han aconsejado “el médico y cirujano latino” […] “para lograr
alivio en los accidentes que padece”. El cabildo le concedió un mes de
licencia
Las
referencias a enfermedad a partir de 1773 son continuas hasta la fecha de su
muerte. Veamos, en concreto, lo que se dice en el acta del 19 de abril de 1773:
“Leyóse
otro memorial de don Francisco Hernández Illana, canónigo maestro de capilla de
esta santa Iglesia, en que dice ha padecido una gran destemplanza de cabeza,
haciendo decúbito al pecho, cuyo accidente le ha dejado tan débil que no puede
cumplir con su obligación, por lo cual a V.S. suplica se le conceda punto de
cuartanario; y leída la certificación jurada de don Juan de Dios Valderrama y
don José Monleón, médico y cirujano en esta ciudad, en que exponen que el
susodicho ha padecido una fuerte cefalalgia, que desprendiéndose a el pecho
hizo una fuerte congestión puriforme que a fuerza de medicamentos se ha podido
lograr cuasi su evacuación, pero aunque sigue aún todavía mediante una tos
fuerte que siempre le ha acompañado, como también la vigilia cuasi continua, le
ha quedado muy debilitada la cabeza, para cuya corroboración y su total alivio
(supuesta su avanzada edad) son de sentir evite todo género de oficio violento
de cabeza, huya de frialdades y use de un ejercicio moderado y correspondiente
a sus pocas fuerzas”
Durante
los años 1775 y 1776 son continuas las peticiones de “puntos de cuartanario”
por sus enfermedades. Las actas capitulares señalan que Hernández Illana
padecía “destemplanza de cabeza” y “debilidad de piernas”. Finalmente, el 23 de
agosto de 1776 el cabildo resolvió que, para no molestar con continuos
memoriales, se concediese al maestro de capilla “el punto de cuartanario
perpetuo”.
A
pesar de su enfermedad, Hernández Illana siguió componiendo música para las
principales festividades de la catedral de Burgos, pues conservamos los
borradores de las obras que compuso para el Corpus del año 1777
y los borradores de los villancicos que compuso para la Navidad del año 1778
Villancicos
y oratorio de Santa Tecla
El
arzobispo de Burgos, Don Manuel de Samaniego y Jaca, financió la construcción
de una capilla en la catedral de Burgos dedicada a Santa Tecla. En 1736
finalizaron las obras y a finales de junio y principios de julio de ese año se
festejó la colocación de la imagen de la santa en la nueva capilla. Entre las
numerosas celebraciones destacó un gran oratorio con música de Francisco Hernández
Illana. Además del oratorio, el maestro de capilla tuvo que componer diversas
cantadas y villancicos que se interpretaron durante las ceremonias religiosas.
A
finales de mayo de 1736, Hernández Illana, que, como hemos visto, desde 1730
padecía frecuentes dolencias, pidió al cabildo que le excusase de asistir al
coro, puesto que, debido a su estado de salud, no había tenido tiempo para
componer los villancicos y el oratorio de Santa Tecla. Las actas dicen lo
siguiente:
“Don
Francisco Hernández Illana, canónigo maestro de capilla de esta santa iglesia,
presentó un memorial por el que expuso al Cabildo cómo, a causa de su dilatada
enfermedad, no había podido poner en música el oratorio y villancicos que se
han de cantar en la colocación de Santa Tecla, y hallándose tan próxima la
función y siendo preciso el tiempo que resta, suplicaba al Cabildo le
concediese el punto de algunos días y le dispensase de la residencia del
octavario del Corpus, pues procuraría no hacer falta en él siempre que
considerase precisa su asistencia”
El
cabildo finalmente le concedió el punto de cuartanario para la composición de
la música para las fiestas de Santa Tecla.
El
libreto del oratorio se publicó y una copia de él se conserva en la Biblioteca
Nacional de España, con la signatura VE/1338/6. El título del libreto es el
siguiente:
“Oratorio
a la colocación de la gloriosa Virgen, y Proto-Martyr Santa Tecla, en su nueva
capilla, hecha a expensas de el Ilustrissimo Señor Don Manuel de Samaniego y
Jaca, Arçobispo de Burgos, de el Consejo de su Majestad, en su metropolitana
Santa Iglesia, año de 1736, reducido a concepto músico por D. Francisco
Hernandez Yllana, Canónigo, y Maestro de Capilla de dicha Santa Iglesia.
Interlocutores, el pueblo de Burgos, y los 12 signos de el Zodíaco”
Al año siguiente de la celebración de las
fiestas, se publicó una descripción de ellas escrita por Fray Pablo Mendoza de
los Ríos. El título de esta publicación es el siguiente:
“Epítome
de la portentosa vida, y milagros de la gran Virgen y Proto-Martyr Sta. Tecla,
y descripción de las magníficas y sumptuosas Fiestas, a la Colocación de esta
Imagen, en su Nueva Maravillosa Capilla, inclusa en la Santa Metropolitana
Iglesia de Burgos, construida a expensas de el Ilustrísimo Señor, Don Manuel de
Samaniego y Jaca, su dignísimo Arzobispo, de el Consejo de su Majestad, &c.
Que dedica, y consagra a su Señoría Ilustrísima su Autor, Fr. D. Pablo Mendoza
de los Ríos, de el Hábito de San Juan, y Prior de Santa María de Castrelo,
encomienda de Quiroga. Impreso en Burgos: En la Imprenta de los Herederos de
Juan de Villar. Año M. DCC. XXVII.”
Según
esta descripción, las fiestas comenzaron el día 29 de junio de 1736 y
concluyeron el día 6 de julio. El oratorio se cantó la tarde del 30 de junio.
Además del libreto del Oratorio a Santa Tecla, la descripción escrita por Fray
Pablo Mendoza de los Ríos incluye también las letras de los villancicos que se
cantaron en las diversas ceremonias, cuya música, por desgracia, no se ha
conservado. En la descripción de Fray Pablo Mendoza de los Ríos se informa que,
además de los músicos de la capilla de la catedral de Burgos, participaron en
las fiestas músicos de la capilla del convento de las Huelgas de Burgos,
músicos del real convento de la Encarnación de Madrid y otros músicos
procedentes de diversos lugares, entre los que destacó un bajonista de la
catedral de Toledo:
“[pag.
115] CAPILLA DE MÚSICA DE ESTA Santa Iglesia. La música de esta
Metropolitana Iglesia, tan admirada de muchos como de pocos competida, ya por
lo exquisito de su ingeniosísimo Maestro, preferencia de sus amables voces,
pasmo de sus órganos, con todos los demás antiguos y modernos instrumentos, y
ya por el superior método de su tarea, tributara gloriosos desempeños al
séquito de estas festividades sin la precisión de más capillas. Pero aspirando al mayor, al imponderable exceso de
estos cultos, concurrieron obsequiosos los músicos de la Capilla de Santa María
la Real de las Huelgas, cerca de esta ciudad de Burgos, asistencia que, por
debida a la dignación de la primera entre las preladas, admirada de todas, la
ilustrísima señora, mi señora doña Teresa de Badarán y Osinaldi, dignísima
abadesa de aquel real monasterio, ofreciera venturosos principios al aplauso,
sin lo sonoro de tan perfectas voces.
MÚSICOS DE LA REAL CAPILLA DE LAS Señoras de la Encarnación de
Madrid. Cedió sus primeros violines al crédito de estas solemnidades el
religiosísimo y real convento de las Excelentísimas señoras de la Encarnación
de Madrid, franqueando a un tiempo los primorosos tiples y tenores de aquella
famosísima capilla, todas, en fin, las más ruidosas voces, para aumentar la
perpetuidad de tan gloriosas fiestas.
[pag. 116] VARIOS INSTRUMENTOS MÚSICOS de Madrid y otras
partes. Añadióse a esta armonía el bélico estruendo de trompas y clarines, los
que en medio de sus marciales delicados ecos, nunca estuvieron más bien
escuchados de la Fama que en el empleo de tan sacros triunfos. Admiróse, como
especial entre los de España, uno de los bajones de Toledo, pero como no
disonaron los demás de este dificultoso ejercicio, se compartió entre todos el
aplauso”.
Este
pasaje de la descripción de Fray Pablo Mendoza, que está dedicado a los músicos
que asistieron a las celebraciones de Santa Tecla, concluye con un elogio al
maestro de capilla:
“[pag. 116] CONCORDANCIA
DEBIDA A LAS direcciones de su mejor Maestro. Asistían otras muchas voces e
instrumentos de Navarra y Castilla, todos tan perfectamente arreglados como de
la más diestra mano dirigidos, pues para que ni la composición se compitiese ni
el compás más medido se extrañase, se aventajó a sí mismo Don Francisco
Hernández Yllana, singularísimo compositor entre los mejores y canónigo y
maestro de capilla de esta santa Iglesia”
Nuevas
obligaciones del maestro de capilla
En
septiembre de 1743 el cabildo revisó las obligaciones del maestro de capilla en
cuanto a la enseñanza de los mozos de coro y otros beneficiados y capellanes. El
texto completo de las actas capitulares es el siguiente:
[Las
obligaciones] “se reducen a que el maestro tiene obligación de enseñar canto
de órgano y contrapunto, teniendo ejercicio en esto a los mozos de coro, así en
su casa como en la iglesia, enseñándoles buena crianza, que tengan
recogimiento, atención en el coro, que confiesen y comulguen a sus tiempos, y
que cada día que no fuere fiesta o no hubiere de cantar en el coro es de su
obligación estar por la mañana dos horas y por la tarde desde que comienzan
vísperas hasta acabar completas, enseñando a todos los beneficiados que
quisieren ir, capellanes del número y capilla, pero especialmente a los mozos
de coro, así canto llano como de órgano, y a los que tuvieren habilidad
contrapunto, pero en cuanto a los mozos de coro sea la enseñanza a las horas
que menos falta hagan en el coro, conformándose en esto con el parecer de los
sochantres y maestro de ellos, dando a cada uno lección conforme el talento y
este modo que aprovechen, y que por esta enseñanza no ha de llevar cosa alguna,
pero si alguno, fuera de los referidos, quisiere que les enseñe, pueda llevar
su premio, y si el poner quien supla la falta, en aprobándola por tal el
Cabildo, pues sin su expresa licencia no puede hacer ausencia de la iglesia, y
haciendo alguna falta en esto sea castigado con la pena de cuatro reales, la
cual crezca por la orden de las demás puestas, y se encargue a los señores
apuntadores mayores visiten la capilla del canto, y no hallándole ocupado le
apunten la dicha pena, dando noticia al Cabildo si en esto se descuidare, para
que se aumente la pena”
Francisco
Hernández Illana consideró que estas condiciones no eran las estipuladas al
venir a Burgos y amenazó con irse a la catedral de Palencia, donde ya le habían
conferido el magisterio de capilla, si no se le reducían las nuevas cargas. Las
actas del 17 de enero de 1744 dicen lo siguiente:
“Leyóse
un memorial del maestro de capilla en que expresa haber venido a servir el
magisterio de esta santa iglesia con las cargas, emolumentos y honores que se
le hicieron saber por la diputación y medio de don Blas Ferrero, y habiendo
cumplido en lo que ha estado a su cuidado catorce años, experimenta habérsele
gravado algo más, por lo que le es preciso exponer a V.S. ha merecido al
Cabildo de Palencia le haya conferido el magisterio de aquella iglesia, cuyo
empleo no ha aceptado, deseando en un todo el mayor obsequio de éste, aunque
sin menoscabo de sus conveniencias ni restricción de su libertad, en cuyo
supuesto ha de merecer se le releve de lo que se le ha pensionado, declarando
ser solo de su obligación lo que expuso al tiempo de su venida y deber percibir
íntegramente lo que entonces se le ofreció, lo que le compelerá al más exacto
cumplimiento de su ministerio”
En
las actas del 22 de enero de 1744 se informa que Francisco Hernández Illana se
quedaba finalmente en la catedral de Burgos, si bien no sabemos si el Cabildo
le redujo o no las obligaciones que debía cumplir.
Ese
mismo año de 1744 intentó Illana obtener la plaza de maestro de capilla de la
catedral de Santiago de Compostela. El cabildo de esta catedral acordó el 27 de
junio de 1744 que se pidiera a los maestros aspirantes a la plaza que
compusiesen determinadas obras para luego examinarlas. El 8 de agosto de ese
año el cabildo, una vez recibidas las obras, ordenó a los músicos que
comenzasen a ensayarlas para que las cantasen en el coro. Finalmente, el 30 de
octubre se celebró la votación, quedando Francisco Hernández Illana eliminado
en la segunda tanda de votaciones.
Muerte de Francisco Hernández Illana
Baltasar
Saldoni, en Efemérides de Músicos españoles, indica que Francisco
Hernández Illana murió en Burgos el 9 de mayo de 1780. Nos dice, además, que
fue el último maestro de capilla de la catedral de Burgos que disfrutó de una
canonjía, siendo su sucesor, Antonio Abadía, tan solo un racionero. El texto
completo de Saldoni es el siguiente:
“[9
de mayo] 1780 Muere en Burgos el presbítero D. Francisco Hernández y Llana,
maestro de Capilla de la catedral de dicha ciudad, habiéndolo sido antes del
Colegio del Patriarca en Valencia; fue además el último maestro de Capilla que
tuvo la categoría de canónigo, en cuyo tiempo se hizo en la expresada iglesia
catedral de Burgos la resumpción [sic] de prebendas, y por Bula de
Benedicto XIV quedó reducido el magisterio a la categoría de racionero, aunque
con la renta que antiguamente correspondía a una canonjía, y que por la misma
Bula se reguló en dos tercios de una canonjía de las nuevamente reducidas, en
cuyo concepto, y previa oposición, se proveyó en 27 de noviembre de 1780 en D.
Antonio Abadía. El antecesor de Hernández en el citado magisterio, lo fue don
Manuel Egüés”.
El 10 de mayo
de 1780 las actas del cabildo informan de la defunción del maestro de capilla y
de las disposiciones de su testamento. El acta completa es la siguiente:
“Muerte del maestro de
capilla. En la santa iglesia metropolitana de Burgos, a diez de mayo de mil
setecientos y ochenta, capitularmente congregados los señores deán y Cabildo
della, como lo tienen de uso y costumbre, según el estatuto y su pena, llamados
por su portero mayor, José Álvarez, dicho señor deán dijo había suplicado a
V.S. se juntase con motivo de haber fallecido el maestro de capilla, y leído un
testimonio de hoy, a pedimento del señor don Andrés Pérez Bracho, por Jacinto
Álvarez, escribano de S.M. y del número de esta ciudad, del que consta que en
ella ante sí el día 26 de mayo de 1777 don Francisco Hernández Illana,
presbítero, canónigo maestro de capilla en la citada santa iglesia, otorgó su
testamento, por el cual mandó que su cadáver fuese sepultado con vestiduras
sacerdotales en la capilla de Nuestra Señora de los Remedios de dicha santa
iglesia, y sepultura del nº 27, suplicando con el más humilde rendimiento a los
señores deán y Cabildo de ella se sirviesen asistir a su entierro y honras y
mandar que se celebrase por beneficio de su alma con la mayor puntualidad los
sufragios y misas que se han acostumbrado hacer y celebrar por cada señor
prebendado difunto de terciopelo, dignándose perdonarle los muchos defectos y
omisiones que hubiese podido cometer en su servicio, que celebrasen a beneficio
de su alma los señores prebendados de terciopelo de dicha santa iglesia
doscientas misas rezadas, las ciento en el altar de San Gregorio de ella y las
ciento restantes en el que gustasen, y que por cada una se les diese de limosna
cuatro reales de vellón, nombrando por sus testamentarios y cabezaleros a los
señores don Andrés Pérez Bracho y don Antonio Carrillo y Gutiérrez, canónigos
de la misma santa iglesia, con la cláusula de in solidum, e
instituyéndoles por sus únicos e universales herederos para que invirtiesen sus
bienes en la disposición y forma que comprendiese una memoria, que dejaría
firmada de su puño y letra (a que se remite en dicho testamento) y les dejaría
comunicado y explicado como resulta, y otras cosas más por extenso del citado
testamento, que queda en el registro de escrituras del mencionado año, de que
da fe y a que se refiere; en su vista, tratádose y votádose se acordó que se
haga el entierro mañana por la mañana y se cometió a la superintendencia de
ceremonias para que den las providencias correspondientes a este fin, y que se
celebren las expresadas doscientas misas”